El antiguo Convento
de la Merced es hoy la actual Iglesia de San Pedro. Se sitúa
en el Teso de Lera, un alto existente a la entrada del pueblo por la
carretera de Bolaños.
El
edificio de la Iglesia, construido en ladrillo, es obra del siglo XVIII
y consta de una sola nave con capillas laterales entre contrafuertes.
Su cubrición se realiza mediante una bóveda de cañón
con lunetos en la nave, cerrándose las capillas laterales con
bóvedas de arista. En el crucero y sobre pechinas se alza una
cúpula.
En la fachada, construida
en ladrillo a excepción de su portada, se disponen dos espadañas
de un solo cuerpo. El diseño de toda la iglesia puede corresponder,
por su clasicismo, a algún fraile arquitecto de la orden y podría
recordarse a este respecto que en 1767 vivía en el convento el
fraile Martín de Santa Bárbara.
En su interior se puede contemplar:
CRUCERO (IZQ): Retablo rococó, de excelente traza,
con interesante escultura de San Pedro Nolasco en la hornacina central
y a los lados una Inmaculada Concepción del tipo A. Rozas y un
San Antón del siglo XVIII.
CRUCERO (DCHA): Retablo pareja del anterior con escultura
de la Virgen de la Merced en la hornacina central y San José
con el Niño y San Antón en los laterales. Todas las figuras
son del siglo XVIII.
PRESBITERIO: Retablo mayor de la segunda mitad del siglo XVIII, de estilo
rococó, de original y elegante traza, con relieves en su banco
de la Aparición de la Virgen de la Merced a San Jaime y a San
Pedro Nolasco y otro de la Muerte de San Pedro Nolasco.
En el cuerpo del retablo, en su centro y bajo baldoquino
se encuentra la Encarnación, antigua titularidad del convento,
y a sus lados San Pedro Pascual y un Santo Rey. En el ático,
San Pedro en cátedra.
CAPILLAS DE LADO DEL EVANGELIO
Retablo del siglo XVII con pintura sobre lienzo que copia,
con variantes, el Llanto sobre Cristo muerto original de Antonio de
Pereda, que se conserva en el museo de Marsella.
Retablo del siglo XVIII con esculturas de San Ramon Nonnato
y San Bartolomé
Retablo rococó, con pintura del Ecce Homo en su
ático y escultura de la Virgen de la Merced.
CAPILLAS DEL LADO DE LA EPÍSTOLA
Retablo rococó con escultura de la virgen del Junquillo
Retablo del siglo XVIII con escultura de la virgen de
la Soledad.
Retablo rococó con escultura gótica de
la Piedad de finales del siglo XV o comienzos del siglo XVI.
Retablo rococó con esculutra de la virgen de la
Purísima.
El Cristo Crucificado,
magnifica escultura realizada hacia 1300 y repintada hacia 1500.
En la parte trasera de la iglesia
existe un coro y un órgano antiguo
En la fachada
principal se sitúan las campanas.
Unas fotos desde lo alto de la iglesia del año 1956. facilitadas por Servando Montaña desde Puerto Rico:
Vista de la carretera hacia Becilla de Valderaduey
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Vista hacia los palomares y huertas de la Calle Carcaba
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HISTORIA
Los siguientes datos están tomados del libro "Anales
del Orden de descalzos de nuestra Señora de la Merced Redención
de Cautivos Cristianos", libro escrito por el Padre Fray Pedro
de S. Cecilio y que data del año 1.669, a partir del paragrafo
VI lib. 3 cap. 13.
Empieza
a negociarse la construcción de un convento en Valdonquillo (así
figura el nombre de este lugar en todas sus referencias) en el año
1.607 después del capítulo provincial de Cazorla. Vino
a ser aquella casa la novena casa de la descalced (rama recoleta de
la merced reformada en 1.603) y la cuarta de la provincia de Castilla
y fue el P. Fray Tomás de San Miguel, después de diligenciar
las de Ribas, Valladolid y Madrid.
Valdonquillo era Villa del Obispado y reino de León cuyos Señores
tienen hoy título de marqueses y antes de tenerlo gozaban por
la antigüedad y nobleza de su casa de grandes preeminencias, como
las de tener voz y acción en las juras de los príncipes
herederos de estas coronas, y otras de este estilo. Dio motivo para
que se tratase de ella D. Baltasar Romero, agente de negocios de Dª
Francisca Ossorio Valdés y Ayala, señora de dicha villa,
la cual habiendo fallecido su primer marido D. Pedro de Guzmán
dejó en su testamento 300 ducados para fundar dos capellanías
en la villa con condición que en ellas se alzara un altar a Santo
Domingo y se pusiera el escudo de los Guzmanes, dejando los pormenores
y organización a su esposa.
La cual deseando que el cuerpo de su marido quedara más dignamente
sepultado pensó en hacer fundar con los 300 ducados de las dos
capellanías y algo más de lo mucho que tenía, algún
convento de religiosos, mas no se acababa de decidir de qué hábito
serian, puesto que a tal oferta acudían distintas ordenes.
Entre tanto el dicho administrador de esta Señora, (Baltasar
Romero)amigo del citado P. Fray Tomás le dio cuenta de lo que
su señora pretendía y ofreciéndole él con
su mucha mano como administrador de la interesada la convencería
para que el convento fuera de mercedarios descalzos.
Agradeció Fray Tomás la oferta de su amigo y le autorizó
a que hablara con su Señora de tal fundación y le volviera
con la resolución. Accedió la buena Señora y mandó
avisar al punto a Fray Tomás para diligenciar lo que se hubiera
de hacer.
Acudió Fray Tomás a quien la Señora recibió
con gran agasajo y cariño. En viniendo a tratar del caso ofreció
Doña Francisca los 300 ducados de las dos capellanías
más 200 que se habrían a empezar a pagar después
de su muerte con lo que quedaba la renta de este convento en 500 ducados,
y resalta el autor era renta suficiente para mantener a un convento
en esta región donde todo se compra por precios muy baratos.
Ofreció además la parte de su palacio que más gustasen
para que los religiosos empezaran a morar allí mientras se hacía
la fábrica del convento para lo que prometió dar 1000
ducados cada año hasta que se concluyese.
Puso
por condición que dicho convento se labrase contiguo a su palacio
y que éste tenía que tener tribuna que diera a su Iglesia
y que tenían que vivir en el al menos 12 religiosos de los cuales
8 habían de ser religiosos y los demás legos o coristas
y de entre los sacerdotes al menos dos predicadores. Después
que en ningún tiempo pasara a posesión de los padres observantes
de nuestra Orden en cuyo caso la fundadora quedaba libre de obligación
y podía darlo a la religión que gustara. Todo aquello
quedó aquella tarde acordado sin que fuera menester para ello
ninguna otra sesión.
Dio cuenta de esto el P. Fray Tomas al vicario provincial quien se alegró
mucho de ello y vino a visitar a la señora fundadora con nuestro
P. Fray Juan Bautista (uno de nuestros principales reformadores) con
cuya visita quedó tan alegrada y resuelta a su fundación
que promovió se diera calor al asunto y se hicieran pronto las
escrituras, que se hicieron en la conformidad de ambas partes a 22 de
Agosto de este año de 1.607 ante Diego de Robles, escribano público
de Madrid. Otorgándolas y firmándolas la misma Señora
al vicario provincial y Fray Tomás confirmándolas, después
el general Fray Alonso de Monroy como consta por sus letras despachadas
en Madrid el 21 de Noviembre.
Hechas
estas escrituras de fundación era necesario el consentimiento
del clero secular y del cabildo de la villa en busca de cuyas escrituras
salió el P. Fray Tomás junto con un hermano (Fray Luis
de Jesús) habiendo ya avisado la fundadora a su mayordomo en
la villa quien les recibió con todo agasajo. Fue rápido
el consentimiento de todo el clero y cabildo que no solo no pusieron
impedimento sino que lo favorecieron encontrando la idea de fundar allí
convento de nuestra orden idónea por la necesidad de buen ejemplo
y doctrina como por ser así del agrado de la Señora de
ella. Con todas las licencias mencionadas debía presentarse el
P. Fray Tomás ante el obispado de León (vacante en aquel
entonces por el fallecimiento del Sr. Obispo D. Fray Andrés Caso,
dominico y sustituyéndole el cabildo presidido por los señores
Doctores Falconi y Rabanal) donde vistas las escrituras y papeles mencionados
les dieron pronto licencia para fundar el convento. Completó
el número de licencias y trámites que debían de
hacer para su presentación al consejo real y volvió a
Madrid donde el General y la fundadora le recibieron con gran alegría
al ver sus buenas nuevas y su prontitud tal que a la Señora Marquesa
no le dio tiempo a acabar unos ornamentos que había comenzado
para su convento.
Por
último se presentó todo lo susodicho ante el consejo real,
el cual se conformó a que la fundación se hiciere. Y enseguida
mandó al provincial se ejecutará nombrando por comendador
del nuevo convento al P. Fray Tomás, quien vino a la Villa en
compañía de otros frailes: Fray Esteban de la Concepción,
Fray Juan de San José, Fray Juan Bautista de la Madre de Dios
y Fray Francisco de José, a quienes se les añadieron otros
dos más que a este efecto salieron del convento de Valladolid
y se les reunieron en la Villa.
Lo primero que hizo Fray Tomás en llegando a la villa fue elegir,
según la escritura, la parte del palacio más conveniente
para hacer allí el convento porvisional, ésta fue una
que daba al jardín.Tardó en acomodar el sitio como convento
todo lo que quedaba de año (habían salido de Madrid el
16 de diciembre).
De tal manera que el día primero del año 1608 hubo un
gran repique de campanas en las dos parroquias reuniéndose todo
el clero en la de Santa María, donde se ofició la Misa
Mayor con mucha solemnidad en la cual predicó el nuevo comendador.
Acabados los oficios pasado el mediodía, se organizó una
solemne procesión desde la dicha parroquia hasta el Palacio en
la cual se llevó al Santísimo Sacramento, de manos del
Arcipreste, hasta la pieza y sitio de Palacio donde los religiosos habían
acomodado la Iglesia con el mayor decoro posible y dejolo allí
patente; con lo cual daba al Comedador y demás hermanos posesión
autentica del dicho convento e intimó al pueblo que de allí
en adelante lo tuviera como tal, y que su título era de la Encarnación
del Hijo de Dios porque así lo había dispuesto su Señora
Dª Francisca de Ossorio de Valdés y Ayala en sus escrituras.
Quedaron
todos muy contentos y satisfechos de ver al Santísimo Sacramento
a su lado y el pueblo de ver el fervor y celo de aquellos religiosos.
Concluye el mismo Padre Fray Tomás lo referente a esta fundación
con las palabras siguientes: "Fue tanta la prisa de los lugares
comarcales de pedirme sermones, que hasta el Viernes Santo en que me
despedí para venir al capítulo general de Guadalajar,
no me dejaron descansar ni fiesta ni día santo. Y me honraron
tanto los de Valdonquillo que cuando salía fuera a predicar,
se iba la mitad de la gente al lugar donde había de predicar.
Y fue muy grande la conmoción de vecinos, especialmente de mujeres,
que por oír la meditación que por las tardes se lee, se
llenaba la Iglesia y el portal, que eran muy grandes, y dieron tanto
en frecuentar los sacramentos, que parecía cosa milagrosa…
Yo me salí de allí el Viernes Santo dejando por comendador
al P. Fray Esteban de la Concepción."
Ya estaban nuestros religiosos asentados en un convento provisional,
pero no empezaron a construir el definitivo anejo al palacio pues velan
que el sitio destinado para ello era muy enfermo y tan reducido que
no era posible tener en él huerta, cosa tan necesaria en los
conventos de clausura. Por todo ello esperaron a que la señora
Dª Francisca Ossorio volvió de la corte, después
de ultimar los últimos papeles de su hacienda que habían
quedado confusas después de la muerte de su marido.
Vino
esta Señora a recogerse en su casa de Valdonquillo para gobernar
su estado y gozar de la compañía de sus frailes a quienes
se les aficionó con tanto cariño por su celo y observancia
que les trataba a todos y cada uno con cariño maternal. Expusieron
entonces los religiosos las circunstancias mencionadas por las cuales
solicitaban construir el convento definitivo en sitio más salubre
y amplio. Conoció la justicia de estas razones la señora
marquesa y les dio licencia de palabra y un terreno para que se labrase
el convento en el lugar llamado el "teso de Lera" donde hoy
persevera (no olvidemos que el autor está escribiendo en el ano
1.669 aproximadamente; pero es de suponer que lo que en la actualidad
quede del dicho convento e iglesia estén en este lugar). No hubo
para este traslado de lo fijado en las escrituras ningún impedimento
por ninguna parte. Cuando se empezó a construir la casa en el
sitio fijado optó la marquesa por volverse a casar pues era todavía
muy joven y advirtió de ello al padre comendador, urgiéndole
acabara la construcción antes de la boda no siendo que el nuevo
marido fuera poco amigo de lo que ella habla comenzado y dificultase
la fabrica del convento, como si adivinara lo que en realidad sucedió.
A estos avisos no hizo caso el comendador de lo cual tendría
tiempo de arrepentirse más adelante al ver en que acababan los
sucesos que la marquesa le habla predicho y él no acabó
de creerlos posibles.
Casose
por fin con Don Rodrigo Enríquez de Mendoza, hijo tercero del
7º almirante de Castilla de los Enríquez, la boda fue en
el año de l.615 y desde que se casaron empezó el dicho
Don Rodrigo a gobernar todas las posesiones y haciendas de su mujer
de tal manera que a ella la excluyó de todo ello como si fuera
dueño y señor de todo siéndolo en verdad su mujer.
Y como este nuevo marido era poco amigo de religiosos y más del
dinero empezó pronto a discutir con los nuestros por no haber
empezado la construcción del convento anejo al palacio como figuraba
en las escrituras. Lo que este sujeto pretendía era verse en
posesión del edificio que se estaba construyendo y luego expulsar
a los religiosos de la parte del palacio que ocupaban - así lo
deseaba él para verse libre de la renta de los trescientos ducados
así comprometidos para la construcción del convento hasta
que se terminara-. Viendo el padre comendador ciertamente estas intenciones,
antes de perderlo todo dispuso pasar al nuevo convento, aún sin
acabar, antes de que el mencionado caballero tomara posesión
de él por la fuerza y no les dejase entrar, así mandó
allí unos religiosos para que dispusieran de lo poco que había
hecho (que no era ni la mitad) para seguir allí vida comunitaria,
y pasó a este lugar poco a poco y con el mayor secreto posible
les vestidos, utensilios, ornamentos, libros... hasta que todo estuvo
preparado y sólo quedó un altar y lo imprescindible para
decir una Misa en la que se consumiera el Santísimo Sacramento
a la vez que en la parte acomodada para la Iglesia del otro convento
se consagraba otra forma que seria expuesta en la custodia. Una vez
hecho todo este se pasaron todos los religiosos al nuevo semi-convento
e hicieron vida de comunidad en él. Hizose este traspaso el día
ocho de Mayo del año 1616. Y por supuesto no agradó nada
al Sr. D Rodrigo quien vería atajados sus planes. Hizose este
traslado seguramente aprovechando también alguna ausencia de
D. Rodrigo de la Villa, según parece.
En esto que enterado el alcalde Mayor de aquella Villa, en nombre de
D. Rodrigo, reunió a los ciudadanos y les inculcó el que
aquellos religiosos habían pasado a aquel convento sin permiso
ninguno de su Señor ni Señora (siendo así que ella
si lo permitía; como en un principio lo admitió el clero
secular y el cabildo, el cual quizás luego por agradar al nuevo
"propietario" de aquellas haciendas tan grandes, cambiaría
de opinión).
Fue así que el P. Comendador había mandado se celebraran
las Misas que quedaban una tras otra, de modo que al acabar una empezaba
la otra, y estaban los no sacerdotes y los que ya habían celebrado
adorando a Su Divina Majestad que permanecía expuesto en la custodia.
A la par que el citado alcalde había reunido a la chusma y, pagada
o alterada, por ganar las simpatías de los magnates de la Villa,
arremetieron contra el convento con fin de sacar y apalear a los religiosos
y en llegando a él y encontrando todas las puertas cerradas y,
como nuevas, difíciles de derribar hubo de entrar por la única
que estaba abierta que era a la sazón la de la Iglesia, donde
entró con grande ruido y tumulto, más luego le advirtió
el Comendador de la presencia del Santísimo Sacramento con lo
que quedaron el alcalde y sus secuaces aturdidos fueron saliendo poco
a poco dejando por realizar su intención cosa que se atribuyó
a especial favor o milagro, por ser el vulgo más amigo de simpatías
y medras ante los hombres poderosos que de las cosas de piedad, aunque
son las únicas poderosas.
Previniendo el prelado nuevas acometidas con peligro de la vida de los
religiosos, por ser tanta la cólera y el odio del citado Don
Rodrigo y el afán con el que quería alejar de si los religiosos,
vino presto a Madrid a consultar con el Superior General. Más
de tres meses duraron los combates de la gente capitaneados por el alcalde
primero y luego por el mismo Don Rodrigo, pero aún así
no lograron su intento ni aun quitar unas cruces de madera que estaban
señalando el lugar que la marquesa(esposa de Don Rodrigo)había
otorgado para la huerta(antes de su matrimonio). Pensó luego
Don Rodrigo en conquistarlos o reducirlos por el hambre a fin de lo
cual publicó una orden en la que se prohibía dar limosnas,
alimento, bebidas, sustentos y demás a los religiosos bajo pena
de treinta mil maravedies. A esto añadió el bloqueo de
la entrada a una cueva fuera del convento en la cual los religiosos
tendrían una especie de despensa. Con todo esto fue tanta la
necesidad que pasaron que muchos enfermaron y todos hubieran muerto
a no ser por que la providencia de Dios vela siempre por sus hijos,
a quienes prueba y aprieta, pero nunca ahoga ni abandona. Valiéndose
de algunas almas caritativas y heroicas qué despreciando la soberbia
de Don Rodrigo y admirando la santidad de los religiosos se arriesgaron
a darles lo poco que podían, gracias a lo cual pudieron sobrevivir.
Una vez que pasaron esos tres meses primeros cesó la intensidad
del conflicto por haberse puesto en tela de juicio ante el nuncio de
su Santidad, el cual aunque la razón estaba muy de parte de los
religiosos tardaba en proferir sentencia alguna por el poderío
del otro extremo de la disputa. Cinto años tardó en venir
la solución, y en ellos lo religiosos, estando como estaban tan
apurados tuvieron que ceder en algo con el marqués, ya que en
todo tiempo que llevaba con este titulo no habla recibido nada de las
rentas y ayudas de edificación que la marquesa había prometido,
viniendo así a ser la situación del convento muy débil;
parte por los continuos gastos que siempre hay y por los extraordinarios
de la construcción que sin duda quedaría suspendida, como
por ser nueva fundación y no tener ninguna otra clase de ingresos.
Firmaron así los religiosos en nueva escritura con los marqueses,
comprometiéndose a abandonar el sitio donde estaban y hacer el
convento como lo quería el marqués (únicamente
por ir ganando terreno a fin de expulsarlos del lugar) anejo y contiguo
a palacio en el primitivo sitio ideado, donde no quisieron hacerlo por
la pequeñez e insalubridad del terreno.
Pero la marquesa, conociendo el interés de su marido en que dejaran
el sitio donde estaban por así ser más fácil quedarlos
en la calle y, a fuerza tenerse que marchar los religiosos, hizo firmar
que los religiosos no tenían obligación de dejar el lugar
donde estaban y pasar al nuevo convento o al primitivo cuarto de Palacio
en los seis años siguientes.
Al final de los cuales, en el año de 1632, el autor nos señala
que la señora Dª Francisca era ya marquesa de Valdonquillo
(Felipe IV le concedió con fecha 1 de mayo de 1623 el marquesado
de Valdunquillo sobre el antiguo señorío de los Osorio)
y ella misma manda derogar la escritura por la que se habían
comprometido los religiosos a abandonar el convento a los seis años.
A la vez que mandaba esta derogación remitía los 1.000
ducados correspondientes a ese año según lo prometido
en las primeras escrituras.
Sin embargo los religiosos del convento, por considerarla bienhechora
especial y quizás por haber puesto fin de una vez por todas al
litigio, reducían los mil ducados que ella les había prometido
a solo trescientos y desobligándola a pagar aún esos trescientos
ducados en los siguientes ocho años al cabo de los cuales debía
empezar a pagarlos sin que los religiosos le pudieran pedir cuentas
de los años anteriores.
Por todo ello resalta el autor que no fue nunca la marquesa copartícipe
de los deseos e intenciones de su esposo, al contrario, siempre siguió
apreciando a los religiosos de su convento.
Sin embargo al pasar los ocho años prescritos no empezó
la marquesa a pagar la renta, porque no pudo, o porque tenía
otros asuntos… el caso es que hasta otros catorce años no
se puso mano a la obra inconclusa y ya en el 1655 se acabó de
costear uno de los cuartos; por cuenta, al parecer, de la marquesa en
el que se gastaron en aquel entonces 24.200 reales.
A partir de entonces, por respeto, cariño o confianza, y por
todo lo que había hecho la dicha señora marquesa por el
convento, no se atrevieron los frailes a pedirle que les acabara el
convento. Con lo que la marquesa pasó a la otra vida el año
de 1.659 el 5 de Junio, muriendo ella misma con ganas de ver acabado
el convento que empezó y que se había propuesto terminar.
Y como los religiosos confiaban tanto en su bienhechora que nunca la
habían pedido ya escritura ninguna, al morir no quedó
nada asentado sobre los trescientos ducados de las primitivas capellanías,
ni los 300 de construcciones, ni los 200 de las primitivas escrituras
que habían de cobrarse después de la muerte de esta señora.
Con todo ello quedó el convento sin renta ninguna y sólo
en las manos de Dios, a cuya providencia está hoy el convento.
Le acuden en lo necesario el mismo pueblo de Valdonquillo, y los lugares
vecinos, señaladamente: las villas de Bolaños, Castroverde,
Barcial de la Loma, Villamayor, Villavicencio de los Caballeros, Valderas,
Villagrá, Gordoncillo, Ceines y Villanueva del Campo, y todos
ellos lo tienen por propio y hayan en él todo lo que necesitan
para su bien espiritual; además el convento desde sus ventanas
los divisa a todos por estar situadas la mayoría de ellos a una
legua y a media legua aproximadamente. Tiene 18 conventuales y cuando
se acaben de construir los cuartos que faltan, (ya faltaba poco cuando
esto se narraba) tendrá vivienda para treinta religiosos y más
aún. Cuando esto acaba de narrar el autor, (a mi juicio el año
1660) no habían labrado Iglesia y en la que tenían acomodada
no tenían nada de resaltar, (claro está lo poco que tendrían
no podía estar marcado con las notas de arte y antigüedad
que hoy tuvieran).
Este convento ha sido cuna de grandes religiosos en virtud y letras
muchos de los cuales han muerto con fama de santidad entre esos lugares.